MARTÍNEZ RIZO, FELIPE. DE LA EDUCACIÓN BÁSICA A LA SUPERIOR: INVESTIGACIÓN Y POLÍTICAS.  (VERACRUZ, MÉXICO: COLEGIO DE BACHILLERES XALAPA DE ENRÍQUEZ, 2024)

 Evaluar para transformar: de la educación básica a la superior

 

ANABELL YENELLY RAMÍREZ JIMÉNEZ[1]

VANESSA GUERRA TRUJILLO[2]


 

 


FECHA DE RECEPCIÓN: 19 DE JUNIO DE 2025

FECHA DE ACEPTACIÓN: 22 DE JULIO DE 2025

 

De la Educación Básica a la Superior: Investigación y políticas, de Felipe Martínez Rizo (publicado por el Colegio de Bachilleres), ofrece una mirada crítica y profundamente comprometida sobre los sentidos y desafíos que atraviesa la evaluación en el sistema educativo mexicano. A lo largo de seis capítulos fundamentales –dos de carácter introductorio, dos centrados en la educación básica, uno enfocado en la educación media y otro en la educación superior– el autor construye una reflexión articulada que cuestiona las lógicas tecnocráticas y punitivas aún predominantes en las políticas educativas del país, al tiempo que defiende una visión más humana, inclusiva y transformadora de la escuela. Desde las primeras páginas, el autor invita a repensar preguntas esenciales: ¿qué es una buena escuela?, ¿qué lugar ocupa la evaluación en la mejora educativa?, ¿cómo se construye la transición entre niveles?, ¿a quién beneficia o perjudica el sistema tal como está? Estas interrogantes, que suelen emerger también en los discursos cotidianos de padres de familia cuando sus hijos transitan entre niveles escolares, suelen abordarse desde una lógica opinativa o incluso acrítica. Frente a ello, Martínez Rizo propone una lectura más profunda, comprometida y ética.

En el primer capítulo, titulado “¿Qué es una buena escuela? Credo de un evaluador”, el autor expone los principios éticos que sustentan su postura. Inspirado en Carta a una maestra, obra escrita por los alumnos de Barbiana bajo la guía de Lorenzo Milani, plantea una concepción de escuela alejada de la obsesión por los resultados estandarizados. Una buena escuela, afirma, no es aquella que obtiene altos puntajes en pruebas como PISA, sino aquella que forma ciudadanos críticos, empáticos y comprometidos con la transformación social. Desde esta perspectiva, la evaluación se redefine como una herramienta al servicio de la equidad y la justicia. Esta reflexión se profundiza en el capítulo “Reflexiones sobre las políticas educativas”, donde el autor analiza las tensiones entre la investigación académica y la formulación de políticas públicas, alertando sobre las tentaciones de instrumentalizar el conocimiento desde ambos frentes. Ante este panorama, defiende una ética del compromiso: la investigación educativa debe generar evidencia rigurosa y honesta, sin ceder a intereses coyunturales ni a la espectacularización de los datos.

Hablar de evaluación, nos recuerda Martínez Rizo, es mucho más que hablar de resultados. De hecho, advierte que “la evaluación se ha puesto de moda”, pero muchas veces desde enfoques miopes centrados en rankings, tablas de resultados y estándares descontextualizados. Por ello, propone recuperar una mirada crítica, ética, situada y formativa, capaz de contribuir no solo a construir mejores escuelas, sino también mejores sociedades, pero ¿qué entendemos por una mejor sociedad? Si partimos de la premisa de que una sociedad está conformada por ciudadanos, entonces ser un buen ciudadano no implica ser un súbdito obediente, un trabajador dócil o un consumidor manipulable. Por el contrario, ser ciudadano implica respetar normas, pero también tener la capacidad de cuestionarlas, trascenderlas y transformarlas por medios democráticos. Esto requiere garantizar principios como la libertad de expresión, el derecho a la información, la pluralidad de voces y la transparencia. Y, como también señala Martínez Rizo, ese proceso comienza con la formación. Para reforzar esta visión, el autor retoma a Milani para recordándonos que una de las tareas principales de la escuela es formar jóvenes en el sentido de la legalidad, pero también en la voluntad de mejorar, trascender y transformar las leyes en beneficio colectivo. La escuela, por tanto, no debe limitarse a ser solo un espacio de formación para el trabajo, sino también de formación reflexiva y crítica. Esta perspectiva, inevitablemente, nos lleva a repensar nuevamente en el papel de la evaluación.

Desde una mirada más crítica, el autor también aporta una base teórica y multidisciplinar para comprender la educación básica, articulando posturas tanto positivistas como dialécticas. En esta línea, promueve el desarrollo de capacidades para la discusión, la reflexión y la argumentación. Reconoce, además, que el evaluador es, en esencia, un educador y que su éxito se mide por lo que otros aprenden a partir de la información que genera a través del acto evaluativo. Retomando los planteamientos iniciales, cabe concluir que una buena escuela no es la que muestra cifras espectaculares, sino la que prepara a jóvenes con interés por hacer un mundo mejor y transformar su sociedad, incluso si esto objetivo no se logra del todo. Lo importante es sostener la voluntad de cambio, de mejora y de justicia. En palabras de Martínez Rizo: “... que también sepan perdonarnos por no haberlo conseguido nosotros, sabiendo que ellos tampoco lo conseguirán del todo.”[3]

En el capítulo “¿Aprobar o reprobar?”, Felipe Martínez Rizo realiza una de sus contribuciones más influyentes en torno al sentido de la evaluación en la educación básica. Lejos de asumir como válida la creencia extendida de que reprobar fortalece el aprendizaje, el autor derriba esta noción al demostrar, basado en la evidencia empírica y en investigaciones internacionales, que dicha práctica no solo es ineficaz, sino que resulta contraproducente para los estudiantes más vulnerables. En su análisis, Martínez Rizo advierte que la reprobación de estos tiende a reproducir la exclusión y a agudizar las desigualdades educativas, ya que afecta con mayor severidad a quienes enfrentan desventajas estructurales, y a menudo conduce al abandono escolar. Ante este panorama, el autor no propone una promoción automática en sentido rígido, sino una alternativa más rica: una evaluación formativa, diagnóstica y continua, que acompañe a los estudiantes, reconozca sus ritmos de aprendizaje y contribuya a la excelencia educativa. Esta postura, articulada desde la ética de la equidad, apuesta por transformar la función de la evaluación para que no sea un filtro selectivo, sino un recurso al servicio de la mejora del proceso de enseñanza-aprendizaje. Martínez Rizo sostiene que una política de promoción cuasiautomática, aplicada con criterio y acompañada de apoyos pedagógicos adecuados, puede ayudar a elevar no solo los niveles de cobertura, sino también el rendimiento del sistema en su conjunto.

Por otro lado, en el apartado “¿Por qué es tan difícil mejorar los niveles de aprendizaje? A propósito de las nuevas reformas a la educación básica mexicana”, se ofrece un análisis profundo y estructurado sobre las causas del estancamiento educativo que México, al igual que otros países, ha evidenciado en evaluaciones internacionales como PISA. Contrario a la visión simplista que atribuye los bajos resultados únicamente a un currículo inadecuado o a la falta de materiales didácticos, Martínez Rizo identifica como factores decisivos las prácticas pedagógicas cotidianas en el aula y, sobre todo, las debilidades estructurales en la formación del magisterio. En este marco, el autor plantea dos retos de gran calado que siguen vigentes a pesar de múltiples reformas: la transformación profunda de las escuelas normales –instituciones encargadas de formar a los futuros docentes– y el fortalecimiento de los programas de formación continua para el profesorado en servicio. Ambos desafíos apuntan a una cuestión clave: no es posible mejorar de manera sostenida los aprendizajes de los estudiantes si no se revalora la labor docente y se invierte en su desarrollo profesional desde una perspectiva de largo plazo. Las reformas educativas más relevantes de las últimas décadas, como la Reforma Integral de la Educación Básica (RIEB) y la reforma de 2013, han introducido cambios curriculares y nuevas estrategias de evaluación, pero han descuidado, según el autor, las condiciones reales en las que los maestros trabajan y se forman.

Esto ha generado una brecha entre los discursos oficiales de mejora y las posibilidades reales de implementación en contextos escolares marcados por la desigualdad y la precariedad institucional. En consecuencia, Martínez Rizo sostiene que la mejora de los aprendizajes no puede depender únicamente de instrumentos externos de presión o de incentivos, sino de un proyecto educativo nacional que fortalezca el capital profesional de los docentes, promueva comunidades escolares colaborativas y garantice condiciones mínimas de equidad para enseñar y aprender. Esta lectura crítica, apoyada en la evidencia comparada y en el conocimiento acumulado por décadas de investigación educativa, contribuye a desmitificar las recetas tecnocráticas y devuelve al profesorado un lugar central en cualquier intento serio de transformación educativa.

En su conjunto, los textos aquí reseñados nos interpelan desde una postura profundamente ética y política. Martínez Rizo no ofrece recetas, sino cuestionamientos fundamentales que desafían la inercia institucional: ¿para qué evaluamos?, ¿a quién beneficia la reprobación?, ¿por qué seguimos tolerando que la formación docente sea una asignatura pendiente? Su propuesta no es tecnocrática, sino profundamente humana. La evaluación no debe ser un fin, sino un medio para transformar la experiencia escolar. La escuela no puede seguir cerrando puertas; debe abrir horizontes. Y la investigación educativa debe tener el valor de incomodar, de decir lo que muchos prefieren callar. Esta contribución de Martínez Rizo constituye una lectura imprescindible para quienes se dedican a la educación desde la docencia, la gestión, la investigación o la formulación de políticas. Con una prosa clara, fundamentada y comprometida, el autor nos recuerda que pensar la evaluación es, en el fondo, repensar el tipo de sociedad que queremos construir.

Ahora bien, respecto de la educación media superior, Felipe Martínez Rizo nos ofrece un panorama amplio, histórico, complejo y honesto del nivel de Educación Media Superior. Un nivel que en cobertura ha crecido, pero que aún enfrenta grandes desafíos en términos de equidad, pertinencia y articulación con los niveles educativos precedentes y subsecuentes. Inevitablemente sobresalen el cuestionamiento y las inquietudes de cómo los jóvenes enfrentarán el siguiente nivel educativo al que transitan y si realmente encontrarán ahí las condiciones para seguir aprendiendo y poder desarrollarse plenamente. El autor plantea una crítica importante a la falta de continuidad efectiva y de transformación profunda en la práctica docente. Pone en discusión que la educación media superior no ha logrado consolidarse plenamente como un nivel del sistema educativo con identidad propia, lo que genera vacíos en la trayectoria de los estudiantes.

Esto se refleja en preguntas como: ¿qué bachillerato elegir?, ¿tendrán acompañamiento si no se adaptan rápido?, ¿están las escuelas preparadas para acompañar a los jóvenes en ese proceso?, ¿cómo se mide el desempeño más allá de un examen estandarizado?, ¿encontrarán un espacio que potencie su desarrollo integral, o uno que lo evalúe desde criterios estandarizados que no consideran su contexto ni sus formas de aprender? Estas preguntas, también son preguntas políticas y académicas, reflejo del tipo de sociedad que estamos construyendo con nuestras políticas educativas. Ante esto, el autor propone avanzar hacia un modelo que, aunque diversificado, tenga una base común consolidada, con mecanismos que aseguren la equidad y la formación integral de todos los jóvenes. Este panorama es una oportunidad para profundizar en el análisis de las transiciones educativas como momentos clave de desigualdad. No basta con ampliar la cobertura, es necesario articular niveles, flexibilizar trayectorias y, sobre todo, diseñar evaluaciones que reconozcan la diversidad de saberes, tiempos y contextos, la cual servirá para reconfigurar el sistema constantemente frente a cambios por venir.

El autor señala que muchas de las políticas se diseñan en la cúspide del sistema, descontextualizadas, que no logran trasladarse al aula donde ocurre la verdadera educación. Por lo tanto, retomar la mirada del evaluador como educador se hace necesario para realizar evaluaciones que motiven las decisiones, no que las dicten; que inviten a mejorar, no a estandarizar; que dialoguen con las utopías posibles, aunque no las alcancen del todo, no para definir un objetivo inmediato, sino para establecer un referente inspirador. No llegaremos a ella, pero al caminar hacia ella, hacemos avanzar la educación, aunque sea un poco cada vez. La solidez de los argumentos, la objetividad histórica y la profundidad de análisis que el autor realiza sobre la educación media superior, son una invitación a reflexionar, pensar y repensar la educación desde el compromiso, la crítica y la esperanza.

En la educación superior, Martínez Rizo propone una reflexión profunda sobre los pilares que sostienen y, en ocasiones tensionan al sistema universitario mexicano. Con una escritura clara, fundamentada y crítica, articula cuatro ejes temáticos de gran relevancia: la autonomía universitaria, la evaluación de la calidad, los rankings internacionales y el financiamiento público. Lejos de abordar estos tópicos desde un lugar cómodo o complaciente, el autor lanza preguntas provocadoras que invitan a repensar el proyecto de universidad pública en el país.

El punto de partida del capítulo es una revisión genealógica de la autonomía universitaria. A través del capítulo “Autonomía universitaria: antecedentes, retos y perspectivas”, Martínez Rizo reconstruye sus raíces medievales, recordando que las primeras universidades europeas, como Bolonia o París, se constituyeron como gremios de maestros o estudiantes universitas magistrorum o scholarium[4], que gozaban de privilegios –enfatizando la raíz etimológica de la palabra "privilegio", que  proviene del latín privilegium, que a su vez se deriva de "privus" (privado, individual) y "lex" (ley)-, por tanto, estos privilegios son jurídicos, como la extraterritorialidad, Este tipo de prerrogativas, cuestiona el autor, siguen arraigadas en la cultura universitaria, aun cuando su sentido histórico ha perdido vigencia. Con agudeza, Martínez Rizo interpela al lector: ¿es razonable seguir defendiendo tradiciones como la imposibilidad de que la policía ingrese a los campus universitarios, incluso ante situaciones de riesgo? Desde esta crítica, el autor llama a superar la idealización de la autonomía y a concebirla como una construcción histórica perfectible, que debe armonizar con la responsabilidad social de las instituciones públicas.

En el segundo eje temático, desarrollado en un texto que el propio autor denomina “divertimento metodológico”, se aborda la evaluación de la calidad en la educación superior. Martínez Rizo rechaza tanto el tecnocratismo acrítico como la postura de quienes niegan toda forma de medición. Evalúa el rol de la cuantificación en clave pedagógica, señalando que si bien no todo puede ni debe medirse, muchos aspectos de la vida universitaria sí pueden y deben ser evaluados rigurosamente, siempre con fines formativos. En este sentido, el autor advierte que evaluar no es etiquetar ni sancionar, sino comprender y mejorar. La clave, sostiene, está en contextualizar los indicadores, adaptarlos a las funciones sustantivas de la universidad: docencia, investigación, extensión y vinculación, y evitar que la evaluación se convierta en un fin en sí mismo. Uno de los pasajes más incisivos del capítulo es el dedicado a derribar la legitimidad de los rankings universitarios internacionales, como el de Shanghái. Martínez Rizo evidencia la arbitrariedad de ciertos indicadores, como el número de premios Nobel entre los egresados que, lejos de reflejar la calidad actual de las universidades, perpetúan una visión elitista y poco representativa. Además, señala que estos rankings favorecen a instituciones con fuerte orientación hacia la investigación de élite, descuidando el componente docente que caracteriza a la mayoría de las universidades mexicanas.

Durante sus pasajes, Martínez Rizo alerta sobre una deriva peligrosa: cuando las universidades se orientan exclusivamente hacia los rankings, se alejan de su misión pública, priorizan la reputación sobre la pertinencia y marginan el compromiso con las comunidades a las que deberían servir, lo que genera una crítica contundente: la universidad no puede renunciar a su función social en aras de un prestigio importado y mal comprendido. Y hablando de financiamiento universitario: cuotas, gratuidad y justicia distributiva, el autor culmina con una reflexión polémica y profundamente argumentada sobre el financiamiento de la educación superior. Martínez Rizo analiza los efectos de los esquemas de gratuidad absoluta sin respaldo financiero suficiente, con experiencia en la Universidad Autónoma de Aguascalientes (UAA). Advierte que, en estas condiciones, la gratuidad puede ser regresiva: beneficia principalmente a sectores medios y altos que sí acceden a la universidad, mientras que la mayoría excluida sigue sin oportunidades. Para reforzar su argumento, el autor recurre a Karl Marx, quien en su Crítica al Programa de Gotha sostiene que la educación elemental debe ser gratuita, pero no necesariamente la superior. Hacer gratuita la universidad, sin garantizar mecanismos redistributivos, implica trasladar el costo de la formación de las élites al erario. Martínez Rizo, aboga por un modelo de cuotas razonables, acompañado de becas y subsidios progresivos, como vía para garantizar sostenibilidad financiera sin renunciar a la equidad.

En conjunto, sus líneas constituyen una invitación a revisar críticamente los fundamentos del sistema de educación superior en México, ofreciendo un diagnóstico certero y una provocación intelectual indispensable para quienes apuestan por una universidad capaz de contribuir a la justicia social en tiempos de transformación. Las preguntas que lanza durante el trayecto lectoral son tan incómodas como necesarias: ¿qué tipo de autonomía necesitamos hoy?, ¿cómo evaluamos sin caer en reduccionismos?, ¿a quién sirven los rankings globales?, ¿quién debe financiar la educación superior? Responderlas requiere más que reformas administrativas: exige renovar los marcos éticos y políticos que orientan el quehacer universitario. Martínez Rizo nos recuerda que la universidad pública no puede seguir sustentada en privilegios heredados, indicadores irrelevantes o financiamientos simulados. Debe reconstruirse como un espacio de pensamiento crítico, equidad y compromiso público.

Leer De la Educación Básica a la Superior: Investigación y políticas es encontrarse con una voz lúcida que no solo se limita a diagnosticar los problemas del sistema educativo mexicano, sino que interpela con profundidad ética y política el sentido mismo de educar. Martínez Rizo no escribe desde la distancia cómoda del académico que observa; lo hace desde el compromiso, desde la urgencia de transformar la escuela en un espacio verdaderamente humano. Su crítica al tecnocratismo, al uso instrumental de los datos y a las políticas educativas que priorizan los rankings por encima del bienestar de los estudiantes, no es solo una denuncia: es una invitación a repensar la educación desde la dignidad de las personas. A lo largo del libro, el autor nos recuerda que detrás de cada número hay una historia, un rostro, una vida. Que la evaluación no puede reducirse a una cifra si queremos que realmente sirva para mejorar. Que las reformas no pueden ser impuestas desde el poder de las instituciones, si no dialogan con quienes viven cotidianamente la enseñanza: los maestros, las comunidades, los propios alumnos. Martínez Rizo nos obliga a mirar donde a veces no queremos: hacia las condiciones estructurales que impiden avanzar, hacia las escuelas normales olvidadas, hacia la formación continua que se promete, pero no se concreta, hacia las brechas que seguimos reproduciendo, aunque cambiemos los discursos. Pero más allá de la crítica, el libro ofrece esperanza. No una esperanza ingenua, sino la que nace del trabajo riguroso, de la memoria de las luchas por una escuela justa, y del reconocimiento del valor que tiene el magisterio cuando se le acompaña, se le escucha y se le forma con respeto. En tiempos donde se exige a la educación que rinda cuentas, Martínez Rizo nos recuerda que también debemos rendir cuentas de cómo tratamos a quienes sostienen la escuela día con día. Su libro es, en el fondo, un llamado a la conciencia: a no olvidar que educar es, ante todo, un acto ético, una apuesta por el otro, un compromiso con el porvenir. Nos deja una visión esperanzadora, profundamente humana, que recuerda que la educación es siempre un proyecto inconcluso, pero indispensable para la construcción de un país más justo y democrático. Mejorar la educación no es tarea de unos pocos, sino una responsabilidad colectiva.

 

Referencias bibliográficas

Martínez Rizo, Felipe. De la Educación Básica a la Superior: Investigación y políticas. En Alberto Ramírez Martinell, (coord.), Colegio de Bachilleres. 1ª edición. Xalapa, Veracruz. México, 286 pp. Consultado en https://www.uv.mx/personal/albramirez/files/2024/10/Libro-de-Basica-a-EMS.pdf



[1] Licenciada en Informática por la Universidad Veracruzana (UV) y Maestra en Tecnología Educativa por la Universidad Filadelfia de México. Actualmente, cursa el Doctorado en Innovación de la Educación Superior. Con dieciseis años de experiencia docente en modalidades presencial, autónoma y virtual en la UV, en el Área de Formación Básica General (AFBG). Durante la última década ha sido coordinadora regional, actualmente coordina a nivel estatal la academia de Computación Básica-Literacidad Digital, donde lidera la actualización del programa educativo, los exámenes y la organización de actividades, impulsando la formación tecnológica y digital, además de formar parte del Consejo Técnico de la misma AFBG. Correo institucional: anabramirez@uv.mx

[2] Licenciada en Sistemas Computacionales Administrativos por la Universidad Veracruzana y Maestra en Administración de Sistemas de Información por la Universidad Cristóbal Colón. Actualmente cursa el segundo semestre del Doctorado en Innovación en Educación Superior del Centro de Investigaciones en Innovación en Educación Superior de la Universidad Veracruzana. Colabora con la Secretaría de Salud como coordinadora del Programa Estatal de Capacitación en la Subdirección de Enseñanza, Investigación y Capacitación. Se desempeña como docente en el Área de Formación Básica General de Universidad Veracruzana con la materia de Literacidad Digital. Su línea de investigación está relacionada con el capital tecnológico en docentes. Correo institucional: vguerra@uv.mx

[3] De la Educación Básica a la Superior: Investigación y políticas. Felipe Martínez Rizo. Colegio de Bachilleres. 1ª edición. 2024. p. 41

[4] De la Educación Básica a la Superior: Investigación y políticas. Felipe Martínez Rizo. Colegio de Bachilleres. 1ª edición. 2024. p.221