LA ELOCUENCIA Y EL ARTE DE HABLAR ENTRE LOS ANTIGUOS MEXICANOS
Eloquence and the art of speaking among the ancient Mexicans.
EUSTORGIO GONZÁLEZ TORRES[1]
FECHA DE
RECEPCIÓN: 14 DE JUNIO DE 2025
FECHA DE ACEPTACIÓN: 04 DE JULIO DE 2025
RESUMEN
El náhuatl fue la lengua franca durante la época prehispánica en gran parte del actual territorio mexicano, siguió siéndolo en las primeras décadas posteriores a la conquista española, y actualmente es la lengua indígena más hablada de México. Este estudio intenta mostrar, por una parte, el gran aprecio que los antiguos mexicanos tenían por la elocuencia y el discurso al grado que buena parte de su educación se enfoca al arte retórico. Por otra parte, pretende hacer notar los rasgos estilísticos, la flexibilidad y la riqueza de las metáforas que abundan en la lengua náhuatl. El texto se encuentra dividido en tres partes. La primera se enfoca en revisar textos y diccionarios de autores de los siglos XVI y XX que resaltan la riqueza y belleza del idioma; en la segunda parte se hace una breve revisión de los Huehuehtlahtolli o Antigua palabra con el objetivo de mostrar la importancia que atribuían los antiguos mexicanos a la palabra y al buen discurrir, tanto en el ámbito privado como en el ámbito público. Finalmente, se analiza la frase In qualli tlahtolli, in huel ihtoloni, in huel tenehualoni, in ahmo tlahtlacolloni ya que sintetiza la concepción nahua de la elocuencia.
Palabras clave: Lengua náhuatl, discurso, palabra, pensamiento, metáfora, difrasismo, qualli tlahtolli.
ABSTRACT
Nahuatl was the lingua franca during pre-Hispanic times in much of present-day Mexico, continued to be so in the first decades after the Spanish conquest, and is currently the most widely spoken indigenous language in Mexico. This study attempts to show, on the one hand, the great appreciation that ancient Mexicans had for eloquence and discourse to the extent that much of their education focused on the art of rhetoric. On the other hand, it intends to point out the stylistic features, the flexibility and the richness of the metaphors that abound in the Nahuatl language. The text is divided into three parts. The first focuses on reviewing texts and dictionaries of authors from the XVI and XX centuries that highlight the richness and beauty of the language; in the second part there is a brief review of the Huehuehtlahtolli or Ancient word with the objective of showing the importance that the ancient Mexicans attributed to the word and the good discourse, both in the private and public spheres. Finally, the phrase In qualli tlahtolli, in huel ihtoloni, in huel tenehualoni, in ahmo tlahtlacolloni is analyzed as it synthesizes the Nahua conception of eloquence.
Key words: Nahuatl language, speech, speech, word, thought, metaphor, diphrasism, qualli tlahtolli.
Introducción
La riqueza y complejidad lingüística que hay en un idioma permite conocer y comprender la visión que un pueblo tiene acerca del mundo. A través del lenguaje los seres humanos damos cuenta de aquello que acontece o que existe. Si como dice Octavio Paz “la palabra es el hombre mismo. Estamos hechos de palabras”[2], entonces, en la medida en que conocemos el lenguaje de un pueblo no solo comprendemos su visión del mundo, sino que nos adentramos en su pensamiento porque, continúa el poeta, “no hay pensamiento sin lenguaje, ni tampoco objeto de conocimiento: lo primero que hace el hombre frente a una realidad desconocida es nombrarla, bautizarla”[3]. Y esta fue una tarea que realizaron los hablantes de las llamadas lenguas originarias.
Sabemos que el náhuatl es una de las llamadas lenguas originarias ya que no deriva de ninguna otra[4], es decir, no es un dialecto, sino que es una lengua que nombró y bautizó por primera vez la realidad que se le aparecía, y en este sentido, es una lengua rica en metáforas, símbolos y significados porque como dice el filósofo “la naturaleza no ha dado nombre a ninguna cosa”[5]. Nombrar fue una tarea de aquellos que habitaron estas tierras y que se vieron impelidos a designar e inventar términos para todo cuanto se les presentaba a la vista por primera vez.
El objetivo del presente estudio es mostrar la riqueza lingüística del idioma mediante un análisis histórico y semántico del idioma de los antiguos mexicanos. Sin embargo, el estudio no pretende limitarse al pasado, sino que intentaremos mostrar que los actuales hablantes, en calidad de depositarios y herederos, conservan, usan, y mantienen viva la lengua mexicana.
Para lograr el objetivo planteado hemos de basarnos, en la parte histórica, en algunos diccionarios elaborados por los misioneros del siglo XVI, así como en algunos textos elaborados por algunas órdenes religiosas que recogieron discursos y pláticas de los antiguos mexicanos. Asimismo, hemos de revisar algunos trabajos realizados en el siglo XX, sobre todo por Ángel M. Garibay y León Portilla, dos grandes estudiosos de la cultura náhuatl. Para la interpretación y análisis del náhuatl moderno hemos de basarnos directamente en la lengua viva, es decir, en el náhuatl que se usa en el habla cotidiana de las personas que aún lo tienen como lengua materna, específicamente en el náhuatl de la Sierra Norte de Puebla, por lo tanto nos centraremos en analizar la forma de hablar de los actuales nahuahablantes, y mostrar que aún se conserva esa riqueza original en el habla del día a día[6].
I
El franciscano Bernardino de Sahagún, en su Historia general de las cosas de la Nueva España, en el libro sexto, al abordar los distintos discursos que usaban los antiguos mexicanos, elogia a los sabios nahuas, dice que “entre los mexicanos, entre los cuales, los sabios y retóricos, y virtuosos, y esforzados, eran tenidos en mucho;”, y agrega “y todos los indios entendidos, si fueran preguntados, afirmarían que este lenguaje es propio de sus antepasados”[7]. Es decir, la forma de hablar de esos sabios es lo que el fraile va a poner en texto, no son las ideas de Sahagún sino la traducción a la lengua castellana de los discursos, pláticas y arengas de los antiguos mexicanos. El fraile franciscano fue uno de los primeros en llegar al llamado Nuevo Mundo; además, debido a que tuvo conocimiento directo de la forma de vida, cultura, religión y lengua de los antiguos nahuas, es evidente que sus aportaciones resultan fundamentales para conocer el pasado indígena.
En su Sexta disertación, dice Clavijero, del náhuatl, que “no es tan fácil encontrar una lengua más apta que la mexicana para tratar las materias de la metafísica, pues es difícil encontrar otra que abunde tanto en nombre abstractos”[8]. Para demostrar su afirmación cita una serie de palabras que expresan ideas complejas como Cosa (Tlamantli), Esencia (Seliztli), Bondad (Cualloti), Verdad (Neltiliztli), Justicia (Tlamelahuacachicahualiztli), etc. Es verdad que la lengua náhuatl desarrolló conceptos abstractos, pero además, en caso de carecer de algún concepto es relativamente fácil crear una palabra para expresar alguna idea compleja. Esa es una de sus características. Baste un ejemplo. La palabra teléfono no existía, sin embargo, con la introducción de este aparato en las distintas comunidades, los hablantes modernos crearon la palabra tepozmecatl, palabra compuesta de tepoz y mecatl, cuya traducción literal es lazo alámbrico o metálico[9].
De la misma opinión, que Clavijero, es el padre Garibay, quien fuera maestro de León Portilla, ambos considerados expertos en estudios del náhuatl clásico. En su Historia de la literatura náhuatl señala:
entre las lenguas, pocas llegan al ápice de la claridad del náhuatl. Cuanto hay que decir en el más abstracto de los dominios puede decirse en esta lengua. Si históricamente no se halla la elucubración de un Hegel o un Aristóteles, Aristóteles y Hegel pueden ponerse en náhuatl sin que el pensamiento pierda un solo matiz[10].
Hasta ahora parece que nadie ha intentado poner a prueba la afirmación del padre Garibay. Lo más que se ha traducido al náhuatl son ordenamientos jurídicos como la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, algunos libros de texto para su uso en la educación básica y para la educación de los adultos, cuentos cortos como Pedro Páramo, y textos religiosos como el Nuevo Testamento; sin embargo, ni Hegel ni Aristóteles o cualquier otro filósofo han sido traducidos, o al menos no tenemos conocimiento de ello[11]. Pero como hemos señalado, sí existen trabajos en los que se pueden encontrar traducciones directas, por ejemplo del náhuatl al inglés, sin que se pierda el mínimo sentido ni significado. En el libro de James Lockhart Nahuatl as Written abundan ejemplos. Aquí uno de ellos:
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-yhuan niquitohua nicmelahua nicnocuitia ca nechpialitia 8 p°s ylamatzin Ana ytoca catca ye omomiquili ycnocihuatl chane tlacopac[12] |
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And I declare, affirm, and acknowledge that an old woman whose name was Ana lent 8 pesos to me. She is dead now; she was a widow, citizen of Tlacopac[13]. |
El texto citado es solo una pequeña muestra de que es posible expresar en náhuatl cualquier idea o pensamientos de otras lenguas sin perder un ápice de significado. La facilidad que tiene para formar nuevos conceptos le permite desarrollar ideas cada vez más complejas.
Otro ejemplo relevante, que nos muestra la flexibilidad y belleza de la lengua, es la gramática del idioma náhuatl llamada Arte mexicana del padre Antonio del Rincón. Esta gramática se desarrolla, como el mismo jesuita señala, siguiendo en algunas partes las reglas del latín. El padre Antonio del Rincón, dado que era hablante nativo del náhuatl, conocía bastante bien la lengua mexicana, y al referirse a ella y justificar la elaboración de su gramática, señala que una de las razones que lo llevó a elaborarla es “por los exquisitos primores y elegancias que tiene”[14].
Citamos por último al reconocido etnólogo francés Jacques Souustelle, quien en su conocido texto La vida cotidiana de los aztecas en vísperas de la conquista, dice casi al final de su obra
el náhuatl posee todas las cualidades que exige una lengua culta. Su pronunciación es fácil, armoniosa y clara. Su vocabulario es muy rico, y los procedimientos de composición que le son propios permiten crear todas las palabras indispensables, especialmente en el campo de la abstracción. Se presta admirablemente a comunicar todos los matices del pensamiento y todos los aspectos de lo concreto. Se acomoda tanto a la concisión lapidaria de los anales cuanto a la retórica florida de los discursos y de las metáforas poéticas.[15]
Como podemos ver, existe una variedad de autores, algunos hablantes nativos otros no, que han resaltado la riqueza de la lengua, y han elogiado tanto su belleza como su flexibilidad. La importancia del lenguaje hablado entre los antiguos mexicanos puede quedar más claro si, aunado a los elogios que le han brindado varios autores, revisamos algunas palabras y conceptos que los nahuas desarrollaron en sus discursos.
II
La alta estima que tenían los pueblos nahuas de la palabra, en la forma de discurso, puede apreciarse en un primer momento con el concepto mismo con el que designaban a quien desempeñaba el cargo de jefe máximo, es decir, el huey tlahtoani. Traducido de manera literal significa “gran hablador o gran orador”, y en sentido metafórico se usa como sinónimo de gobernante, soberano o rey. Sin embargo, ambos sentidos parecen perder algo de la riqueza que el concepto engloba. Garibay en su Llave del náhuatl traduce el adjetivo huey como grande, y dice que debe entenderse tanto “en lo físico y en lo ideal”[16], mientras que fray Alonso de Molina en su Vocabulario en lengua castellana y mexicana-mexicana y castellana[17], obra aparecida en 1555, traduce vei tlatole como “persona platica y de grandes palabras; vei tlatoliztli como “grandeza de palabras”; y Vei tlatolli por “platica o habla de cosas altas y grandes”[18]. El huey tlahtoani parece no solo referirse al gobernante sino a cualquier persona que al hablar dice grandes palabras.
Por ahora no importa saber si el concepto huey tlahtoani se destinaba exclusivamente a quien detentaba el poder supremo en el gobierno, aunque no estuviera hablando; o si podía aplicarse a cualquier otra persona en el momento que daba algún discurso, ya fuera gobernante o no. Sabemos que al tlahtoani “el que habla” también se le conocía como tecuhtli “señor o jefe” cuando ejercía funciones militares. Lo que importa ahora es destacar el sentido con el que los antiguos mexicanos se referían a quien hablaba, es decir, lo que querían decir o mostrar al designar a alguien como huey tlahtoani, si bien puede ser verdad que con ese término se referían al gobernante dicho término no se limitaba a eso.
Según hemos señalado el adjetivo huey no se refiere únicamente a grande en sentido físico sino también algo no material, y que al unirse con tlahtolli “la palabra, el habla”, cambia radicalmente su sentido. Esta forma de operar, que es común en la lengua náhuatl, y que Garibay denomina difrasismo, consiste en “expresar una idea por medio de dos vocablos que se complementan en el sentido, ya por ser sinónimos, ya por ser adyacentes”[19]. Hueytlahtolli es una palabra compuesta bajo la regla del difrasismo, y se compone por huey= grande y tlahtolli= el habla o la palabra. Su traducción literal es “la gran palabra”; y quien las dice es un huey tlahtoani, esto es, alguien que dice grandes palabras. ¿Cuáles eran esas grandes palabras que decía alguien para ser considerado un gran orador? ¿Cómo y de qué debía hablar alguien para considerar que había grandeza en sus palabras? Es evidente que las grandes palabras no lo son por su extensión, y la grandeza tampoco se refiere a la duración de un discurso ni mucho menos a que quien habla sea alguien grande de edad o tamaño.
Lo anterior resulta más evidente si recordamos otro término común en la lengua náhuatl: huehuehtlahtolli. El huehuehtlahtolli no es propiamente una “palabra vieja” o la forma de hablar de los ancianos, sino que entendida metafóricamente hace referencia a consejos que se han ido trasmitiendo por generaciones. El huehuehtlahtolli o la “Antigua palabra” contienen la sabiduría que se va transmitiendo a los hijos, y que se refiere a cuestiones morales, religiosas o políticas. La palabra es vieja no por quien la pronuncia sino por lo que evoca, por lo que dice, y por lo tanto, ella en sí misma goza de autoridad porque remite al pasado, a una tradición. El huehuehtlahtolli es un tipo de discurso que parece enfocarse en decir cómo actuar siguiendo determinado canon, son prescripciones o reglas de conducta que se han establecido a lo largo de los años.
Otra palabra que puede ayudar a aclarar lo dicho es chicotlahtolli. Esta palabra está compuesta de chicoltic=chueco, torcido; y tlahtolli= el habla o la palabra. La traducción literal es “palabra chueca o torcida”. Resulta también evidente que las palabras en sí mismas no son derechas o torcidas. Alonso de Molina traduce chicotlahtolli como: palabra cautelosa, blasfemia, o palabra aviesa. Quien habla de forma torcida es quien habla sinsentido, quien desvaría al hablar, pero también, quien habla para engañar o mentir. El sentido metafórico de chicotlahtolli consiste en hablar sinsentido, con desvaríos o con mentiras.
Por su parte, el hueytlahtolli, que consiste en hablar diciendo grandes palabras, metafóricamente parece referirse a que quien habla tiene que lograr mediante el discurso el apoyo, la colaboración y la participación de los demás, es decir, a través de las grandes palabras se debe lograr persuadir con argumentos o bien incidir en el ánimo de las personas, o los dioses, con el fin de lograr la ayuda o respaldo para una acción. En otras palabras, son discursos en los que se incita a actuar para llevar a cabo una empresa. De aquí que sea lógico que los antiguos nahuas hayan llamado a quien se encontraba a la cabeza del gobierno hueytlahtoani. Es un tipo de discurso eminentemente de carácter político.
Que los antiguos mexicanos tenían en alta consideración el discurso, y la persuasión mediante las palabras, antes que la muda violencia, resulta evidente por los esfuerzos que realizaban al intentar lograr convencer a quienes los habían ofendido. Previo a entrar en combate enviaban diligencias a través de las cuales buscaban evitar la guerra y concertar la paz. Según nos cuenta Fernando de Alva Ixtlilxochtli en su Historia de la nación chichimeca, antes de iniciar una guerra por alguna afrenta recibida, los integrantes de la Triple Alianza actuaban como sigue. Habiendo recibido alguna ofensa enviaban una diligencia con ciertos mensajeros llamados quaquahnochtin quienes requerían la presencia de los ancianos y ancianas del lugar y les decían que “ellos, como personas que habían de padecer las calamidades y trabajos que causan las guerras si su señor se desvanecía en no admitir la amistad, protección y amparo del imperio, ellos, pues tenían experiencia de todo, le fuesen a la mano y procurasen que enmendase el avieso,”[20] y les otorgaban un plazo de 20 días; si agotado el término no había acuerdo volvían a mandar a otros mensajeros llamados achcacauhtin, quienes ahora se dirigían a todos los nobles y caballeros a los que apercibían que de no aceptar la paz serían ellos los castigados, y de la misma manera daban un plazo de 20 días. Agotado el plazo, y sin respuesta favorable, volvían a enviar otros embajadores quienes dirigiéndose a los integrantes de la milicia buscaban persuadirlos de no ir a la guerra, y de la misma forma se les concedía un plazo de 20 días. Si al final de los 60 días, tres meses mexicanos, no había un acuerdo de paz comenzaba la guerra.
Otro de los ejemplos más notables de los tipos de discursos de la época prehispánica, que nos dan una idea de la forma de vida de estos pueblos, y su aprecio por el discurso, son los Huehuehtlahtolli, obra atribuida a fray Andrés de Olmos. En su estudio introductorio sobre esta obra León Portilla señala que estos textos son la
expresión más profunda del saber náhuatl acerca de lo que es y debe ser la vida humana en la tierra. Son pláticas que se dirigen a una amplia gama de interlocutores que abarca a los hijos, desde pequeños hasta aquellos ya casados; los esposos; los gobernantes y los gobernados; los enfermos y los que han muerto, los mercaderes, artesanos y gente de otras profesiones y que incluye asimismo, como destinatarios, a los dioses, entre ellos Tláloc, Tlazoltéotl y el supremo Tezcatlipoca[21].
Los Huehuehtlahtolli no solo aconsejan cómo vivir sino que, además, enseñan y exhortan a usar correctamente el lenguaje. Los antiguos mexicanos tenían muy claro la importancia de la palabra en las relaciones humanas. Entendían la función y los efectos que las palabras tienen en los asuntos humanos. En una de las primeras pláticas titulada Exhortación con que el padre así habla, así instruye a su hijo para que bien, rectamente viva,[22] puede leerse cómo el padre aconseja al hijo y le dice “No vivirás como mudo”[23]; en otra parte exhorta al hijo que no siga el camino del borracho porque este “ya no escucha con atención la buena palabra, aquella que eleva, la que explica”[24]; también aconseja “y cuídate de las palabras vanas, de las palabras de recreación porque no son buenas, no son correctas; porque solo infaman, pervierten a las personas; no son serenamente rectas”[25]; por el contrario, se le aconseja al hijo a escuchar “la buena palabra, la bien dicha, la bien expuesta, la que no causa daño”[26], o como decían los antiguos mexicanos in qualli tlahtolli, in huel ihtoloni, in huel tenehualoni, in ahmo tlahtlacolloni.
A partir de lo dicho anteriormente, a continuación no haremos más que reflexionar sobre la frase: In qualli tlahtolli, in huel ihtoloni, in huel tenehualoni, in ahmo tlahtlacolloni, que, según nuestra opinión, refleja y cristaliza con excelente claridad la concepción que tenían de la palabra y el discurso los antiguos nahuas; sin embargo, la reflexión no pretende quedarse en el pasado sino mostrar que los actuales hablantes de náhuatl tienen la misma estima por el discurso, y continúan usando las mismas palabras en la vida cotidiana.
III
In qualli tlahtolli, esto es, el bien hablar, el correcto discurrir, consiste en no usar las palabras para difamar, mentir, avergonzar o burlarse de aquellas situaciones que causan sufrimiento a las personas, como padecer una enfermedad; o avergonzar a alguien que ha caído en un error. Tampoco debe servirse del habla para burlarse de las personas que merecen cierto respeto, como los ancianos. Por el contrario, in qualli tlahtolli consiste en saber usar las palabras, por lo tanto, no se debe arrebatar la palabra ni interrumpir a quien está hablando, no se debe hablar sin consideración o hablar para hacer desatinar a la gente, tampoco se debe hablar para confundir. In qualli tlahtolli consiste en huel ihtoloni, huel tenehualoni, in ahmo tlahtlacolloni, es decir, consiste en saber hablar, saber afamar, en no difamar; es un tipo de saber que consiste en usar correctamente las palabras.
La palabra debe servir para decir la verdad, para saber cómo dar buena fama a una persona, saber hablar sin ofender o agredir, es decir, sin lastimar con la palabra. A quienes sabían usar la palabra, y además se dedicaban a enseñarla a otros se les llamó, según León-Portilla, los tlatolmatinime, “los maestros de la palabra” que “eran sacerdotes, poetas, y sabios, autores de discursos, empeñados en dominar el difícil arte de expresar el pensamiento con el matiz adecuado y la metáfora que abre el camino a la comprensión”[27]. Los tlatolmatinime son los educadores, y son los mismos a lo que hace referencia Sahagún.
In qualli tlahtolli es una palabra compuesta de tres partes. Por un lado tenemos la partícula in que en este caso cumple la misma función que tiene el artículo determinado en español. Por otro lado tenemos el adjetivo qualli cuyo significado es bueno o bien. Y finalmente tenemos tlahtolli, que como ya hemos dicho significa “la palabra, el habla”, y quien realiza el acto se le llama tlahtoani. El sufijo ni, unido al verbo tlahtoa, indica el sujeto que realiza la acción. En el náhuatl existen una serie de palabras que hacen referencia al acto de hablar. Aquí algunas de ellas[28]:
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- Tlahtoa |
Hablar |
- Nanquilia |
Responder |
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- Ihtoa |
Decir |
- Notza |
Llamar |
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- Teihtoa |
Hablar de alguien |
- Yolmelahua |
Confesar |
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- Tenehua |
Afamar a alguien |
- Tlatauhtilia |
Rogar, suplicar |
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- Tlapohua |
Contar |
- Ixpantilia |
Informar |
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- Tlanahuatia |
Avisar |
- Tencuecuepa |
Rezongar |
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- Quehqueloa |
Bromear |
- Camanaloa |
Bromear |
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- Ilia |
Decir |
- Xolopih |
Mentir |
Todas las palabras anteriores son de uso cotidiano en la actualidad. Es común escuchar en el habla cotidiana la frase: qualtzin tlahtoa para referirse a quien sabe expresarse, no sólo correctamente, sino elegantemente, esto es, alguien que habla de forma hermosa o bellamente. Para el tema que nos ocupa vamos a centrarnos en ihtoa (decir), tenehua (afamar) y tlahtlacolli (pecado, culpa o error). Sin embargo, antes vamos a ocuparnos de qualli.
Qualli es una palabra que se traduce como “bueno”, tanto en el sentido de bueno para indicando utilidad, pero también como bueno en sí mismo, esto es de bondad. Otra forma de usar qualli es en sentido de asentir o dar visto bueno de algo. Su opuesto se forma agregando la negación ahmo, para formar ahmoqualli, esto es, “no bueno”. Un uso muy común, de ahmoqualli, en el habla cotidiana es para señalar a alguien como una mala persona, es decir, alguien que daña a otro con o sin intención. Si además se agrega la partícula in, y decíamos in amoqualli, entonces ahora estamos refiriéndonos al mal como encarnación de lo diabólico o maléfico. En la oración In amoqualli qui topehu ma quichiua lo que queremos decir es: el diablo lo empujó a hacerlo.
Después de lo señalado queda medianamente claro que in qualli tlahtolli se refiere a saber hablar bien. El hueytlahtolli y la huehuehtlahtolli, saber pronunciar las grandes palabras y decir las palabras antiguas, son formas de ese bien hablar y quienes lo enseñan son los tlatolmatinime, los que saben y conocen la palabra. Una gran parte de la educación de los antiguos mexicanos se basaba en enseñar el arte retórico. La educación que consistía en “la acción que da sabiduría a los rostros ajenos”[29], tenía como fundamento el lenguaje, pero no en todo el lenguaje sino sólo en el llamado tecpilatolli o lenguaje noble y cultivado. El macehualtlatolli o forma de hablar del pueblo, que era el lenguaje que se usaba para las cosas del día a día, y que es el que sobrevivió y se usa actualmente, no formaba parte de esa educación, aunque por supuesto era el sustrato del que se estaba desarrollando el pensamiento y el lenguaje mexicano.
Decíamos que in qualli tlahtolli consiste en huel ihtoloni, huel tenehualoni, in ahmo tlahtlacolloni. Pasamos ahora a ocuparnos de esta segunda parte del bien hablar. Huel o huelli suele tener principalmente dos funciones: como adverbio o como verbo. En el primer caso se traduce como “bien”, en el sentido de dar visto bueno o aceptar alguna propuesta. Como verbo huelli significa “poder” en sentido de capacidad, habilidad o disposición para hacer algo, por lo tanto indica un saber hacer algo pero también un querer. Suele usarse como sinónimo de querer cuando se manifiesta rechazo para hacer algo pero se intenta ocultar el deseo o voluntad de rechazo aparentando incapacidad en lugar de falta de voluntad. Por ejemplo, ante una solicitud o invitación se puede responder ahmo ni huelli (no puedo) pero en realidad se quiere decir ahmo nic nequi (no quiero). También se puede usar como sustituto de “saber” en el sentido de habilidad. Por ejemplo, si alguien pide ayuda para reparar algo se puede responder ahmo ni huelli (no puedo), y lo que en realidad se trata de decir es: ahmo nic matti (no se). En este caso no saber algo se asemeja a no poder.
Los verbos huelli y matti, a diferencia de nequi, pueden generar mayor confusión en su uso debido a la cercanía de significado entre ellos. Ambos verbos indican “saber”, sin embargo, la distinción entre ambos, más que una diferencia gramatical, es el tipo de saber al que refieren. En el caso de huelli, el saber o conocimiento al que remite es de tipo práctico. De este verbo deriva otro que es huehuelihui (descomponer), es decir, usar algo de forma imprudente y volverlo inútil; mientras que en el caso de matti se refiere a conocimiento teórico.
De matti surge el concepto de los tlamatini (aquellos que saben cosas), es decir, se refiere a los antiguos sabios o filósofos nahuas. De huel parecen derivar también las palabras huelic (bueno) en el sentido de que algo resulta agradable al gusto; huelilia (disfrutar), y huelitta cuya traducción literal es ver con agrado; su sentido es expresar la emoción, gusto o agrado espontáneo que una persona siente al ver algo o alguien. Su opuesto es tlahuelitta, esto es, ver a alguien con rechazo o desagrado.
La palabra ihtoloni se compone del verbo ihtoa (decir) y el sufijo ni que indica una acción o el sujeto que la realiza, por lo tanto el huel ihtoloni puede entenderse, entonces, como “un querer y poder expresar o hablar correcto”, es un tipo de saber, no se refiere a la capacidad de poder hablar sino a la habilidad de hablar bien. La primera parte de in qualli tlahtolli es el huel ihtoloni. En otras palabras, el buen discurrir consiste en expresarse adecuadamente usando los matices, las fórmulas que requiere la ocasión. La educación se enfoca en aprender y en desarrollar la habilidad discursiva.
Junto al huel ihtoloni tenemos el huel tenehualoni traducido como saber afamar a alguien, pero en su sentido literal quiere decir “saber levantar alguien con los labios”. ¿Qué es dar fama a alguien sino mostrar con palabras las cualidades y virtudes que posee? La fama, en este sentido, no se refiere a la cantidad de personas que saben de nuestra existencia, sino que la fama, ya sea buena o mala, es la opinión que las personas tienen sobre nosotros. La fama es lo que otras personas opinan de nosotros. La fama, a pesar de ser una de las cosas más individuales, no es algo que poseemos a voluntad. Surge de nuestras acciones que son vistas y juzgadas por los demás. El huel tenehualoni, consiste en saber poner en palabras exactas las acciones de las personas sin aumentar ni restarle méritos. Es decir, consiste en hablar sin caer en la adulación o en la difamación. Por supuesto que alguien “puede darse fama a sí mismo” huel motenehua, y cuando alguien quiere sentirse superior los antiguos mexicanos lo expresan como mo hueynequi “se quiere grande”, refiriéndose a que tiene una alta percepción de sí mismo.
Por último, tenemos, refiriéndose al qualli tlahtolli y en íntima relación con huel tenehualoni, la palabra in ahmo tlahtlacolloni. Si traducimos literalmente quiere decir “lo que no es pecado o culpa”, y en el contexto que venimos refiriendo querría indicar que hablar bien es no pecar con la palabra. Alonso de Molina traduce tlahtlacolli como “pecado, culpa o defecto”[30], casi todas las palabras que incluyen tlahtlacolli, el fraile franciscano les asigna un significado de pecado con sentido religioso. Sin embargo, existe una palabra que tiene un sentido distinto, y que nos puede ayudar a desentrañar el sentido metafórico de tlahtlacolloni ya que no contiene ninguna carga religiosa. Nos referimos a la palabra tlatlacolotihu, y que el franciscano tradujo como “ir o andar culebreando”. En nuestro caso nos interesa destacar la similitud entre tlahtlacolloni y tlahtlacolotihu[31].
Ambas son palabras compuestas, tienen la misma raíz –tlahtla o tlatla-, seguido de –collo que deriva de colloa- y la terminación en ni y tihu respectivamente. Tlatla se traduce como quemar y deriva de tlatia que Alonso de Molina traduce como “esconderse o quemarse”. Actualmente conserva ambos significados. Colloa significa “dar vuelta, doblar, que no es recto”. Tihu significa ir; y ni indica una acción o el sujeto que la realiza. Por ejemplo tlatoani, chocani, tequitini. Orador, llorón, trabajador respectivamente. Por lo tanto, tlahtlacolloni indicaría o bien la acción de pecar o al pecador mismo.
Tlatlacolotihu, que como decíamos se traduce como “ir o andar culebreando” actualmente se usa para indicar que alguien toma un camino, que aunque más largo, busca evadir algo; también se usa para decir que se asiste a un lugar sin ningún fin específico, ir a dar la vuelta. En este sentido, tlahtlacolloni no tiene que ver con pecar al hablar, salvo que se considere que la confesión es falsa, sino más bien parece indicar, metafóricamente hablando, la acción de dar vueltas o rodeos para decir algo, es decir, ocultar el verdadero sentido de las palabras y mentir. Solo así puede entenderse que se haya traducido como pecado, culpa o defecto. El qualli tlahtolli en relación con el término in ahmo tlahtlacolloni, quiere decir que quien bien sabe hablar no oculta las intenciones de sus palabras, esto es, el bien hablar consiste en no engañar, en hablar sin rodeos, en no ocultar el verdadero sentido de lo que se expresa, en no doblar las palabras. Hablar sin defectos o deficiencias.
De todo lo dicho hasta ahora, queda claro que hay una gran riqueza de metáforas que muestran, no solo la importancia del bien hablar, sino además muestran la belleza del idioma de los antiguos mexicanos. Lo más importante es que la mayoría de las palabras que hemos revisado se siguen usando en la actualidad, aunque quizás se ha olvidado la riqueza de las metáforas a las que remiten, y de los significados.
La Exhortación con que el padre así habla, así instruye a su hijo para que bien, rectamente viva, que aparece en primer lugar en los Huehuetlatolli, contiene una parte, en la que el padre advierte al hijo que en caso de que los ancianos no hablen con la verdad, le aconseja
Y si no dicen la verdad, examinarás bien si enmiendas a aquellos ancianos que están hablando. Si no es tu momento de hablar, tú no hablaras, no dirás nada, solo callarás. Y si también es tu ocasión de hablar o de que seas interrogado, solo así hablarás con rectitud, ninguna falsedad dirás, de nadie murmurarás. Harás tu palabra muy prudente para responder, no como tonto, tampoco como soberbio, al hablar, al responder, que solo caiga con nobleza tu palabra, así serás honrado (p. 293).
Hablar correctamente no es una exportación sólo para los jóvenes sino para todo aquel se encuentra en alguna situación que amerita un discurso bien pronunciado. El nacimiento de un niño, un matrimonio, la elección de un gobernante, un ritual o un discurso didáctico eran ocasiones ideales para demostrar las dotes de elocuencia. Fue leyendo, y quizás escuchando todavía de viva voz los Huehuetlatolli, y viendo de forma directa la manera en la que los mexicanos educaban a sus hijos, las razones que llevaron a fray Gerónimo de Mendieta, a decir de ellos, que sin haber leído jamás la Política de Aristóteles, “ningunas gentes lo guardaron mejor que los indios, sin haber leído ni oído al Filosofo”.[32]
Hasta aquí, hemos intentado hacer notar la alta estima que tenían los antiguos mexicanos por la palabra hablada, de la importancia que le asignaban al uso adecuado y correcto de la forma de hablar. Este estudio no pretende en ninguna manera ser exhaustivo ni definitivo, es solo un acercamiento a una de las lenguas originarias vivas de México, una de las que cuenta aún con una gran cantidad de hablantes nativos, y por lo tanto, solo hemos pretendido mostrar la belleza y riqueza semántica de la lengua.
También hemos intentado mostrar, aunque en menor medida, la riqueza y belleza de la lengua náhuatl que a través del uso de metáforas y difrasismos describe el mundo; así como su enorme flexibilidad para crear nuevos conceptos. Sin embargo, nos hemos limitado a unas cuantas palabras. Esperamos que este trabajo contribuya a despertar el interés en otras personas para continuar explorando la riqueza y belleza de la lengua, y sobre todo, que contribuya para a una revisión de la enorme cantidad de metáforas que abundan en esta lengua, porque las metáforas son, como dice la filósofa, “analogías congeladas, cuyo verdadero significado se desvela cuando disolvemos el término en el contexto originario”.[33]
Referencias bibliográficas
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Valeriano, Antonio. Nican Mopohua. México: Universidad Iberoamericana, 1990.
[1] Licenciado en Derecho y Maestro en Derecho con opción en Humanidades por la Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo; Doctorante en Filosofía en el Instituto de Investigaciones “Luis Villoro” de la Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo (México). Autor del texto “El pensamiento frente al mal. Un problema ético” publicado en el libro Ética profesional para docentes e investigadores. Más allá de una moral idealista. Es hablante nativo de la lengua náhuatl. Ha sido docente en la Universidad Intercultural del Estado de Puebla, y ha colaborado con la Universidad Veracruzana Intercultural. Correo electrónico 0490060x@umich.mx
[2] Octavio Paz, El Arco y La Lira (México: Fondo de Cultura Económica, 2015), 30.
[3] Octavio Paz, El Arco y La Lira, 30.
[4] De acuerdo al Catálogo de las Lenguas Indígenas Nacionales: Variantes Lingüísticas de México con sus autodenominaciones y referencias geoestadísticas el náhuatl pertenece a la familia lingüística indoamericana del Yuto-nahua, y señala, además, que existen 30 variantes lingüísticas del náhuatl que se encuentran en 16 estados del país.
[5] Platón, Diálogos (México: Porrúa, 2012), 350.
[6] Para el análisis del náhuatl actual hemos de basarnos en la experiencia y conocimiento de la lengua que tiene el autor ya que es hablante nativo del náhuatl de la variante llamada náhuatl de la Sierra Norte de Puebla.
[7] Bernardino de Sahagún, Historia General de las Cosas de la Nueva España (México: Porrúa, 2016), 285.
[8] Francisco Javier Clavijero, Historia Antigua de México (México: Porrúa, 2014), 722.
[9] Todas las traducciones del náhuatl al español en las que no se indica ninguna fuente son traducciones propias.
[10] Ángel María Garibay, Historia de la Literatura Náhuatl (México: Porrúa, 2007), 17.
[11] Es verdad que en la actualidad hay una gran producción de trabajos en lengua náhuatl, desde diccionarios, cuentos, poesía, etc. Sin embargo, enfocarnos en revisar los trabajos actuales nos alejaría de nuestro objetivo central.
[12] Y digo, declaro, afirmo que me debe 8 pesos la viejita que se llamaba Ana, ella murió viuda, tenía su casa en Tlacopac. Traducción propia.
[13] James Lockhart, Nahuatl as Written (California: Stanford University Press, 2001), 189.
[14] Antonio del Rincón, Arte Mexicana (México: Pedro Balli, 1885), 9.
[15] Jacques Soustelle, La vida cotidiana de los aztecas en vísperas de la conquista (México: Fondo de Cultura Económica, 1970)
[16] Ángel María Garibay, La Llave del Náhuatl (México: Porrúa, 2013), 344.
[17] En la obra citada el autor utiliza la v como semiconsonante, y no como consonante, para intentar representar un sonido que se ubica entre las letras u y la w, como en el caso de vei, y que actualmente algunos estudiosos de la lengua ha optado por escribirla como huey o uei. La grafía ha cambiado pero el significado es el mismo.
[18] Alonso de Molina, Vocabulario en Lengua Catellana/Mexicana Mexicana/Castellana (México: Porrúa, 2013), 156.
[19] Ángel María Garibay, La Llave del Náhuatl (México: Porrúa, 2013), 115.
[20] Fernando de Alva Ixtlilxóchitl, Historia de la Nación Chichimeca (México: Fondo de Cultura Económica, 2024), 183.
[21] Andrés de Olmos, Huehuehtlahtolli: Testimonios de la Antigua Palabra (México: Fondo de Cultura Económica, 2011), 36.
[22] Andrés de Olmos, Huehuehtlahtolli: Testimonios de la Antigua Palabra, 278.
[23] Andrés de Olmos, Huehuehtlahtolli: Testimonios de la Antigua Palabra, 282.
[24] Andrés de Olmos, Huehuehtlahtolli: Testimonios de la Antigua Palabra, 286.
[25] Andrés de Olmos, Huehuehtlahtolli: Testimonios de la Antigua Palabra, 294.
[26] Andrés de Olmos, Huehuehtlahtolli: Testimonios de la Antigua Palabra, 302.
[27] Miguel Leon-Portilla, Toltecáyotl. Aspectos de la Cultura Náhuatl (México: Fondo de Cultura Económica, 1980), 199.
[28] La traducción es propia
[29] Miguel Leon-Portilla, Toltecáyotl. Aspectos de la Cultura Náhuatl (México: Fondo de Cultura Económica, 1980), 195.
[30] Alonso de Molina, Vocabulario en Lengua Catellana/Mexicana Mexicana/Castellana (México: Porrúa, 2013), 137.
[31] El uso de la h indica un saltillo en la pronunciación. Algunos autores la ponen otros no, sin embargo, el significado de palabra es el mismo.
[32] Gerónimo de Mendieta, Historia Eclesiastica Indiana (México: Porrúa, 1993), 111.
[33] Hannah Arendt, La vida del espíritu (Barcelona: Paidós, 2002), 126.