EL PENSAMIENTO MODERNO DE LUIS VILLORO. A 33 AÑOS DE SU PUBLICACIÓN
Modern thought Of Luis Villoro. 33 years after its publication
JESÚS JANACUA BENITES[1]
FECHA DE
RECEPCIÓN: 26 DE JUNIO DE 2025
FECHA DE ACEPTACIÓN: 19 DE JULIO DE 2025
RESUMEN
Una de las grandes preocupaciones del filósofo mexicano Luis Villoro fue la modernidad. De ello da cuenta su vasta obra. Es, sin embargo, en El pensamiento moderno, libro publicado en 1992, doce años antes de su fallecimiento, que Villoro expone no solo su concepción crítica de la modernidad sino la manera en que se fue configurando a partir de algunas ideas del Renacimiento. En este sentido, el objetivo del presente texto es exponer someramente el texto a manera de invitación a su lectura a más de treinta años de su publicación como una manera de conmemorar no solo al filósofo, sino a su pensamiento.
Palabras clave: Luis Villoro, modernidad, figura del mundo.
ABSTRACT
One of the great concerns of the Mexican philosopher Luis Villoro was modernity. This is reflected in his vast body of work. However, it is in El pensamiento moderno (Modern Thought), a book published in 1992, twelve years before his death, that Villoro expounds not only on his critical conception of modernity but also on how it was shaped by certain ideas of the Renaissance. In this sense, the objective of this text is to briefly present the text as an invitation to read it more than thirty years after its publication, as a way of commemorating not only the philosopher but also his thought.
Key words: Luis Villoro, modernity, figure of the world.
Introducción
Publicado en 1992 bajo el sello editorial del Fondo de Cultura Económica, El pensamiento moderno. Filosofía del renacimiento del filósofo mexicano Luis Villoro, puede ser pensado como una crítica a la modernidad pues a lo largo del texto, el autor expone no solamente su concepción de la modernidad sino también una sólida crítica, pues, al igual que otros pensadores de la época[2], considera que la modernidad experimenta una crisis por lo que termina por proponer la necesidad de pensar en una nueva figura del mundo, es decir, en construir una alternativa a la modernidad occidental.
En ese texto, Villoro expone que la modernidad es una época histórica y como a cada época histórica le corresponde una figura del mundo[3] que se compone de tres elementos particulares. En primer lugar, un conjunto de ideas básicas que manifiestan una particular forma de pensar las relaciones del hombre con el mundo, en segundo, una preferencia por algunos valores y en tercer lugar una manera general de razonar. Para nuestro autor, el interés principal se centra en analizar cómo se fue configurando la figura del mundo moderno a partir de algunas ideas expuestas por algunos pensadores del Renacimiento, en caracterizar la la crisis que atraviesa la modernidad y que hace necesario pensar en una alternativa.
En este sentido, el objetivo del presente texto es desarrollar algunos de los planteamientos más relevantes del libro El pensamiento moderno. Filosofía del renacimiento del filósofo mexicano Luis Villoro, a partir de los cuales para el autor se comienza a formar la figura moderna del mundo. De este modo, nuestro texto se compone de cuatro apartados. En el primer apartado, se expondrá cómo se fue configurando para Villoro la figura del mundo moderno a partir algunas ideas del Renacimiento; en el segundo apartado, se abordará en qué consiste para nuestro autor la crisis de la figura del mundo moderno, en tercer lugar, se expondrán las alternativas que Villoro logra visualizar como respuesta ante la crisis de la modernidad y, finalmente, en un apartado de consideraciones finales, se expondrán brevemente algunas conclusiones.
De la figura renacentista a la figura moderna del mundo
Para Villoro cada época histórica tiene su propia figura del mundo pero, además, cada figura del mundo no aparece abruptamente en sustitución de la anterior sino que “empieza a brotar, lentamente, en el seno de la anterior. Primero es patrimonio exclusivo de unos cuantos, luego se va poco a poco generalizando hasta convertirse en el marco incuestionable de la época”[4].
En ese orden de ideas, para Villoro la figura del mundo moderno comienza a configurarse en la figura del mundo renacentista cuyos orígenes son confusos e imprecisos pero cuya aparición el autor identifica entre los siglos XV y XVI en algunas ciudades de Italia y de los Países Bajos. A su vez, la figura del mundo renacentista nace de la figura del mundo medieval[5] caracterizado por la presencia de un centro y un orden establecido en el que todo y todos tenían un papel que jugar en el Gran Teatro del Mundo, así, el hombre medieval
[d]esde que nace sabe cuál es la función que le corresponde en la sociedad, y el pedazo de tierra donde reposará después de su muerte. La sociedad es un edificio, donde cada persona, al ocupar su lugar, está a salvo de la novedad radical pero también de la angustia. El hombre está situado, seguro, sabe dónde está, su morada lo acompaña desde el nacimiento hasta la muerte. Igual que el mundo celeste, igual que el mundo geográfico, la sociedad se ordena respecto de un centro político y uno espiritual: la doble potestad de la corona y de la tiara.[6]
Villoro muestra con esta cita que en la sociedad aristotélica no existía posibilidad alguna de movilidad social, hombres y mujeres cumplían el papel que les había sido asignados de acuerdo a la Historia de la Salvación dictada por los designios de Dios. La sociedad medieval se correspondía pues con el modelo geocéntrico defendido por Ptolomeo Ptolomei apoyado en la filosofía de Aristóteles en la cual el universo estaba compuesto por dos mundos, el mundo sublunar y el mundo supralunar.
Es en las figuras de Nicolás de Cusa, Nicolás Copérnico y Giordano Bruno que Villoro ve el comienzo de la ruptura con la que podemos llamar figura medieval del mundo pues pusieron en duda la idea de centro y orden de la sociedad aristotélica lo que tuvo implicaciones no solamente en la comprensión de la estructura cosmológica del universo sino en la estructura política de la sociedad feudal.
Es principalmente Nicolás Copérnico[7] en su libro Sobre las revoluciones de las orbes celestes, quien se atreve a poner en tela de juicio la perspectiva ptolemaica del universo en la cual la Tierra ocupaba el centro del universo, nos dice Villoro:
Más tarde Copérnico anuncia la ruptura del mundo arquitectónico de un mundo cerrado. La tierra deja de ocupar el lugar central, en él se coloca la masa incandescente del Sol. Al desaparecer el antiguo centro, las esferas concéntricas estallan como cáscaras vacías. Los planetas son otros tantos cuerpos que vagan en el vacío en torno a la hoguera central.[8]
La ruptura fue, pues, con la sociedad aristotélica que fundamentaba el orden social y político instituido por y en las Sagradas Escrituras de acuerdo a las cuales Dios era el creador del universo. Esta ruptura contrajo implicaciones sociales y políticas pues si la Tierra, concebida como la morada del hombre, hijo de Dios, hecho a su imagen y semejanza, dejaba de ser el centro, también Dios dejaba de serlo y, con ello, el fundamento de la organización política se venía abajo. Reyes y Virreyes, cúspide de la organización política feudal perdieron legitimidad ante la sociedad que cuestionó, cada vez con mayor ahínco, el orden social.
Esta ruptura con el orden feudal, sostiene Villoro, da origen a un nuevo hombre, que no depende ya de las regulaciones y rangos de la sociedad tradicional basados en las Sagradas Escrituras sino particularmente de sí mismo para darse un destino, lo que da origen a una movilidad social.
Frente a los príncipes que recibían por herencia la corona, aparece este aventurero, a veces salido de los estratos bajos de la sociedad, que logra encumbrarse por su propio esfuerzo a los más altos. Otras individualidades que labran su destino mediante su esfuerzo personal son, en la Península Ibérica, los conquistadores.[9]
Por ello, para Villoro, es en la idea del hombre que se manifiesta esta ruptura con la figura del mundo medieval. Es particularmente en los pensamientos de los florentinos Guiovanni Pico della Mirandola, Guiovanni Battista Gelli y del español Luis Vives que Villoro ve la irrupción del “nuevo hombre”. En sus textos, estos pensadores sugieren que el hombre, a diferencia del resto de los animales y cosas, no tiene una naturaleza, una ousia[10] que le determine sino que es, ante todo, una posibilidad: la posibilidad de convertirse en lo que quiera ser.
De esta manera, para Villoro la concepción renacentista del hombre se refleja en tres caracteres. En primer lugar, el hombre deja de tener una naturaleza determinada a priori; en segundo lugar, esta naturaleza no determinada le otorga una condición de posibilidad y, en tercer lugar, si no hay naturaleza determinada y sí una posibilidad de ser, el hombre es un ser que está “sujeto constantemente al riesgo, a la inseguridad de la libertad”[11].
Villoro sostiene que esta naturaleza del hombre le obliga a crearse una segunda naturaleza de carácter cultural. Es en los primeros humanistas italianos de mediados del siglo XV, como el italiano Poggio Bracciolini, que Villoro identifica el comienzo de esta idea de la cultura como segunda naturaleza del hombre. Nos dice Villoro interpretando a Bracciolini:
El hombre, nace opuesto a la naturaleza; inerme al principio, crea sus pripios instrumentos para protegerse de las inclemencias naturales, se opone al entorno hostil y lucha con él hasta vencerlo, para adecuarlo a sus necesidades. Con virtus y studium vence a la naturaleza. Studium es conocimiento racional de las leyes naturales para poder dominar sus efectos, virtus no tiene el sentido de virtud moral, guarda el significado originario de la palabra latina que, según los contextos, podría traducirse por <capacidad crreadora>, <esfuerzo>, <valor>, denuedo>.[12]
Para Villoro, esta naturaleza del hombre le lleva a pensar en la cultura, en la idea de la cultura como trascendencia, es decir, como algo que va más allá de la naturaleza y, así, nuestro autor entiende a la cultura como la capacidad creadora, podría decirse que el mundo del hombre -al menos el mundo cultural-, es un mundo creado por él y para él. Por ello, para Villoro será revelador el hecho de que figuras como Leonardo Da Vinci encarnen esta capacidad transformadora a través de sus invenciones y creaciones. El del Renacimiento será un hombre que tome a la naturaleza que le rodea para hacer de ella su propia naturaleza, es decir, su propio mundo.
En este sentido, nos dice Villoro, en el Renacimiento la condición del hombre se revela como una paradoja pues, por un lado, se trata de un animal débil y frágil pero, al mismo tiempo, se trata del más poderoso. Villoro ve en un poema de Tommaso Campanella esta condición paradójica del hombre:
Para Campenella la condición del hombre alberga una paradoja: es, entre los entes naturales, el más débil, ninguno nace con la fragilidad y desamparo del retoño de la especie humana. […] mientras los otros animales nacen provistos de escamas, cuernos, garras, de inmediato saben caminar y socorrerse, llenos de fuerza. Sin embargo […] domina el viento y los mares, recorre la tierra entera, doma los animales […] ¿Qué animal, fuerte, sagaz, puede hacer lo que el hombre, inerme, desnudo y débil? ¿Qué animal podría hacer una mínima parte de lo que hace esta debilísima creatura?[13]
Además, para Villoro esta condición paradójica abre la posibilidad de repensar la idea de la historia y comenzar a pensar en el hombre como el único ente que tiene historia no así el resto de las cosas o animales. Villoro ve en la naturaleza humana en tanto que ser que tiene que transformar con su práctica el mundo, el origen de la historia. No se trata, por lo tanto de una historia escrita a priori por algún ente superior, sino de una historia escrita, a través de sus propios actos, por el hombre. De manera que la idea de la naturaleza, la idea de cultura y la historia se encuentran imbricadas a través de la idea del hombre del Renacimiento. Villoro hace, quizá sin proponérselo como él mismo lo admite al comienzo de su libro, una antropología filosófica en la que advierte características particulares, entre ellas, la capacidad de proyectarse a sí mismo hacia el futuro. Esta idea de la historia como historia de las transformaciones abre la posibilidad, para los humanistas del Renacimiento, de pensar en mejores sociedades ideadas y pensadas desde la razón.
Sin embargo, estas ideas de cultura y de la historia en el Renacimiento no serán para Villoro sino el resultado de un cambio en la idea del hombre y de su puesto en el mundo que para el autor tiene su paralelo en un cambio en la idea del alma, más específicamente sobre la inmortalidad y la naturaleza del alma. Al respecto, es en la obra de los florentinos Pietro Pomponazzi, Tomasso Campanella y Charles Bouelles que Villoro ve nacer la nueva figura del alma. Es, sin embargo, frente a las ideas de otro italiano, Marsilio Ficino, que polemizan y argumentan nuevas características del alma.
Marsilio Ficino, nos dice Villoro, quien tiene una perspectiva platónica, piensa que alma y cuerpo son dos sustancias distintas y separadas, el alma es actividad y unidad, es un “centro de actos dirigidos a todo”[14]. Vista así, el alma sería para Ficino el centro y origen de todo el conocimiento del mundo, de manera que la naturaleza depende del alma. Pomponazzi, contrario a Ficino, mantiene una postura más bien aristotélica que platónica. Rechaza la idea del alma dividida en partes, por lo que subraya la unidad del alma. Para él, el alma no es concebida como una “sustancia separable, sino como un foco de actividad que depende de los objetos para ejercitarse de la realidad, sino como un centro de actividad que depende de ella para ejercitarse”[15]. En concordancia con las ideas de Pietro Pomponazzi, Villoro expone las ideas de Tommaso Campanella quien sostiene que hay dos tipos de conocimiento:
Según Campanella habría dos tipos de conocimiento que él denomina ad- ditum (sobreañadido) y ab- ditum (innato). El primero es el que requiere de una impresión externa para actualizarse, por ejemplo el conocimiento sensible o la memoria. En cambio, hay un conocimiento ab- ditum, que no depende de los estímulos externos, sino que es producto del acto mismo de entendimiento. A este segundo tipo de conocimiento corresponde la capacidad de reflexión. El alma puede tomarse como objeto de conocimiento a ella misma y autonocerse.[16]
Esta capacidad de autoreflexión o de tomarse a sí misma como objeto de conocimiento será la condición de cualquier otro tipo de conocimiento por lo que, con Pomponazzi, puede hablarse del comienzo de una primacía del sujeto pensante sobre el objeto pensado. Es Charles Boulles un autor anterior a Campanella, nos dice Villoro, que aparece una idea semejante. Bouelles sostiene que, a diferencia de las plantas y los animales, el hombre tiene mayor capacidad de conciencia y es capaz de tomarse a sí mismo por objeto.
De manera que la nueva figura del alma, nacida en el Renacimiento, dará origen a su vez una nueva idea de la naturaleza que, en la interpretación de Villoro, abrigará el origen de la ciencia natural moderna, es decir, el desarrollo de la ciencia significó una ruptura con la figura de la naturaleza que había estado vigente desde Platón y Aristóteles y en la cual cada objeto del mundo natural responde a una naturaleza distinta en la que cada cosa obedecía a su propia naturaleza.
Contra esta antigua figura de la naturaleza es que comenzará a configurarse la nueva idea de la naturaleza que Villoro describe en tres aspectos, en primer lugar, “la abigarrada diversidad” de cada una de las cosas del mundo deja de ser considerado como irreductible en relación al resto de las cosas y se recupera la idea presocrática de la unicidad y homogeneidad de todos los entes. En segundo lugar y en concordancia con el primer aspecto, se considera que la gran diversidad de la naturaleza está sujeta a
las mismas reglas, obedece a leyes generales inmanentes, que lo mismo deberían explicar la corrupción de una hoja que la traslación de un astro en el firmamento. Todo está vinculado con todo, poqrue todo deriva de los mismos principios; éstos no subsisten fuera del todo de los entes, le son intrínsecos.[17]
En tercer lugar, como una idea recuperada de las discusiones presocráticas, en el Renacimiento se considera que la gran diversidad de la naturaleza está hecha de una sola materia y que lo que difiere son las formas pero no la materia de que está hecha la naturaleza. Estos principios generales desde las cuales se comienza a ver a la naturaleza tienen su origen en la concepción neoplatónica de concebir a la naturaleza como un organismo vivo en el cual todo estaba relacionado con todo. Para Villoro esto tiene implicaciones importantes en el desarrollo de la ciencia como tentativa de descubrir las leyes intrínsecas que subyacen en el comportamiento de la naturaleza.
Es en ese sentido que en el Renacimiento se asiste a una nueva idea de la magia y de la ciencia a partir de la nueva idea de la naturaleza. A decir de Villoro, magia y ciencia tienen un origen en común: una actitud ante la naturaleza que albergaba el “intento de la razón por comprender las leyes que regían la naturaleza y poder actuar sobre ella”[18], de manera que tanto la magia como la ciencia tienen la intención de comprender para intervenir a la naturaleza.
Villoro ve en estas seis ideas, la idea del hombre, la idea de la cultura, la idea de la historia, la idea del alma, la idea de la naturaleza y la idea de la magia y de la ciencia, no el pensamiento moderno en sí, pero sí el germen que madurará a lo largo de los próximos cuatro siglos. Acepta que durante ese periodo habrá distintas ideas, creencias y actitudes, pero habrá cierto conjunto de creencias básicas que permanecerá y delineará la figura del mundo moderno.
A grandes rasgos, Villoro caracteriza la figura moderna del mundo como aquella donde el mundo humano se separa del mundo no humano, el mundo entorno se convierte en objeto para el hombre. Nos dice Villoro:
[…] esta idea lleva a concebir una separación precisa entre el hombre y el mundo no humano: el hombre es libertad, el mundo no humano, necesidad; el hombre es posibilidad, trascendencia: el mundo, realidad facticidad; el hombre es foco de actividad dirigida a los objetos; el mundo, su correlato. El hombre no tiene, como las demás creaturas, una naturaleza fija; vacío de atributos incambiables, está determinado por su elección. Cada hombre debe elegirse a sí mismo, trazar su propia figura, promulgar su propia ley. Cada quien es fuente de sentido y de valor. El individuo debe llegar a ser él mismo, insustituible, obra de sus propias manos. Desde entonces el individualismo será un rasgo de la modernidad.[19]
Por ello, el destino del hombre moderno será, según Villoro, el de forjarse un mundo a su imagen y semejanza una vez que ha conocido las fuerzas elementales de la naturaleza para dominarla, lo que dará pie a la racionalidad técnica de la ciencia moderna. En suma, la modernidad supuso la emancipación del hombre y su liberación de las ataduras que le mantenían sujeto a discursos ajenos.
Sin embargo, Villoro ve que este cambio de mentalidad, esta nueva figura del mundo que supuso el pensamiento moderno ha entrado en crisis ahí en los países y culturas occidentalizadas, se asiste a un desencanto de la modernidad. ¿Por qué y en qué consiste esta crisis del mundo moderno?
Crisis de la figura del mundo moderno.
Para Villoro el pensamiento moderno supuso el centramiento del sentido del mundo en el hombre y es justamente en esta idea que radica su crisis pues al forjarse un mundo a su imagen y semejanza, a través de su capacidad creadora, el pensamiento moderno convirtió a la naturaleza y al resto de los entes en objetos, en material susceptible de ser dominado y transformado:
[…] al transformar a su imagen el mundo en torno, el hombre no creó una morada de mayor pulcritud y belleza, no convirtió la naturaleza en espíritu, como soñaron los renacentistas. Porque su obra obedeció a la codicia y al afán de dominio, más que al amor y a la inteligencia. La naturaleza fue transformada en servicio de nuestras necesidades, es cierto, pero también fue socavada, expoliada, hasta inhabilitada como morada del hombre, fue sometida al capricho humano, reducida a simple instrumento de sus intereses.[20]
Lo que parece entredecir Villoro, es que la crisis civilizatoria y ambiental que atravesamos como sociedad, es el resultado de este centramiento en el hombre y que no se reduce únicamente a la contaminación, al cambio climático o a la pérdida de biodiversidad, sino a la posibilidad de terminar con el ecosistema en su totalidad y, por lo tanto, con la vida humana. El pensamiento moderno convirtió a la naturaleza en un ente pasivo que nada dice y que está a la espera, como un stock de recursos naturales, de que se le explote. Por ello para el filósofo mexicano es necesario pensar más allá de lo humano, es decir, en un sobrehumanismo[21] que trascienda la limitada perspectiva del humanismo como una actitud del Renacimiento.
Pero, nos dice el autor, el pensamiento moderno no solo racionalizó y cosificó a la naturaleza, sino también a las fuerzas sociales lo que en algunos casos dio origen a dictaduras pero también a regimenes democraticos como organización política, aunque se haya tratado, en la mayoría de los casos, de una democracia representativa, como régimen en la que los individuos participan cada vez menos en la organización de la ciudad y las sociedades.
Además, esta forma de sociedad está fundamentada en el invidivualismo como uno de los rasgos más importantes de la modernidad en detrimento de las colectividades de manera que éstas terminan por desgarrarse por la irrupción del individuo como átomo de la sociedad moderna. Todo esfuerzo por exaltar la organización colectiva, nos dice Villoro, es rápidamente socavada en haras de una individualidad. Las consecuencias son desoladoras. Exacerbar el individualismo conlleva a generar una apatía que actualmente ha deparado en una violencia inédita en la que el otro ya no es alguien, sino un objeto que, al igual que la naturaleza, nada dice.
En suma, la cosificación de la naturaleza y la cosificación del hombre, de la vida humana, son consecuencia del enaltecimiento de los valores y actitudes del pensamiento moderno, de ahí la crisis pues se han puesto en entredicho las condiciones que permiten la vida. Ante estos efectos del pensamiento moderno, Villoro piensa que es necesario cuestionar a la modernidad y la necesidad de pensar en una alternativa o en la posibilidad de la construcción de una nueva figura del mundo que reemplace a la moderna.
En ese sentido, Villoro ve una oportunidad en los países en vías de desarrollo en los cuales el pensamiento moderno no se ha instaurado del todo aún y en los que todavía perduran culturas con valores distintos a los pregonados por el pensamiento moderno, culturas en las que aún se preservan instituciones y valores comunitarios y en las cuales la naturaleza no es un ente pasivo, sino un sujeto.
Las alternativas. ¿Hacia una nueva figura del mundo?
Villoro entiende la noción de figura del mundo como “la manera como éste se le manifiesta al hombre, la traza que adopte dependerá de una creencia básica: el puesto que el hombre considera ocupar en el cosmos”[22], así, en la figura moderna del mundo la posición del hombre es peculiar pues por un lado se colocó a sí mismo, desde la razón, en un puesto privilegiado desde el cual todo lo demás adquiría sentido pero, al mismo tiempo, esto significó no solamente su cosificación sino la del mundo circundante, la naturaleza. Lo que está en entredicho, de acuerdo a nuestra interpretación de lo escrito por Villoro, es la manera en que el hombre se ha relacionado consigo mismo y con la naturaleza desde estos valores del mundo moderno.
Ante este panorama, Villoro ve la necesidad urgente de construir una nueva figura del mundo en la que se rehabilite o construya una nueva relación entre el hombre y la naturaleza porque, advierte Villoro, la existencia del hombre “depende de la naturaleza”. Sin embargo, esta nueva relación con la naturaleza no puede pretender una vuelta al pasado o a formas de vida preindustriales pues ello “supondría no sólo la renuncia a nuestro dominio del mundo en torno sino también el retroceso hacia una vida empobrecida, menos digna”[23].
De esta manera la concepción villoriana de la modernidad es crítica de la misma pero no se puede decir que se trata de una perspectiva antimoderna, Villoro no es antimoderno, lo que sugiere es que, sin renunciar a las bondades de la modernidad y al uso de la razón, el hombre se integre al todo al cual pertenece, es decir, que se trascienda la separación entre el hombre y la naturaleza.
Evidentemente, para Villoro será importante no solo transformar la relación hombre- naturaleza, también lo será transformar el orden social que, como se comentó líneas arriba, estaba fundamentado en un individualismo que desarticulaba colectividades. Pese a esto, Villoro no ve en el socialismo ni en los movimientos populistas agrarios nacionalistas una alternativa pues no desembocaron en la realización de sociedades ordenadas por valores comunitarios.
Esta nueva figura del mundo también implicaría para Villoro, el trascender el Estado nación como principal forma de organización social y política en tanto que se trata de una formación moderna que homogeniza a sus ciudadanos y deja de lado el derecho a las diferencias culturales. Además, dice Villoro, “el Estado nacional es demasiado pequeño para resolver la complejidad de los problemas planetarios, resulta demasiado grande para hacer frente a las demandas diversificadas de las comunidades particulares que lo componen”[24].
En este sentido, por ejemplo, se puede citar el caso de las comunidades indígenas que, por lo menos en el caso de México, su origen es anterior no solo a la instauración del Estado Nación sino a la monarquía española. Ahora, cinco siglos después de la conquista y dos del Estado mexicano, es claro que éste no responde a las necesidades de los pueblos indígenas porque desde su origen fue fundado sin tomar en cuenta a los pueblos que ya habitaban el territorio del Estado Nación[25], es decir, no hubo un acuerdo para su formación. De manera que los pueblos han tenido que luchar por ser reconcoidos como sujetos de derecho.
Consideraciones finales
A más de treinta años de su publicación, El pensamiento moderno. Filosofía del Renacimiento, nos muestra la vigencia de los planteamientos de Luis Villoro para entender el nacimiento de la modernidad o, cómo él prefiere llamarla en su texto, la figura del mundo moderno. Villoro plantea que cada época histórica se configura de acuerdo a un conjunto de ideas básicas que manifiestan una particular forma de pensar las relaciones del hombre con el mundo, en segundo, una preferencia por algunos valores y en tercer lugar una manera general de razonar.
En nuestro trabajo nos planteamos la finalidad de desarrollar las ideas más relevantes del libro a partir de las cuales para Villoro se va configurando la figura del mundo moderno con la idea de invitar a su relectura. En el libro, Villoro va perfilando cómo se fue configurando el pensamiento moderno partir de seis ideas básicas, la idea del hombre, la idea de la cultura, la idea de la historia, la idea del alma, la idea de la naturaleza y la idea de la magia y de la ciencia.
Villoro plantea al pensamiento moderno como una ruptura con el pensamiento medieval que liberó al hombre de las ataduras de la sociedad aristotélica, sin embargo, también plantea que la figura moderna del mundo está en crisis por la doble consecuencia que generó, a saber, la cosificación de la naturaleza y la cosificación de la organización social y, con ello, al hombre mismo. Por ello, plantea la necesidad de construir una nueva figura del mundo que sustituya a la modernidad.
Después de más de tres décadas de haber sido publicado, El pensamiento moderno, es un texto vigente cuyos planteamientos pueden ayudar a comprender cómo se fue formando la modernidad como época histórica sí, pero también como una forma de mentalidad y de relacionarnos con nosotros mismos y con la naturaleza abriendo la posibilidad de dialogar con otras figuras del mundo.
Referencias bibliográficas
Kuhn, Thomas. La estructura de las revoluciones científicas. 2da ed. México D. F: Fondo de Cultura Económica. (2004)
Ramírez, Mario. 2011. Humanismo para una nueva época. Nuevos ensayos sobre el pensamiento de Luis Villoro. 1a ed. México: Siglo XXI Editores.
Russell, Bertrand. Religión y ciencia. 1a ed. México D. F: Fondo de Cultura Económica. (1991)
Villoro, Luis. El pensamiento moderno. Filosofía del Renacimiento. 2da ed. México D. F: Fondo de Cultura Económica. (2010)
[1] Doctor en Desarrollo Rural por la Universidad Autónoma Metropolitana Unidad Xochimilco, profesor de la licenciatura en Desarrollo Sustentable de la Universidad Intercultural Indígena de Michoacán. Correo electrónico: jjanacuabenites@gmail.com
[2] Al respecto se pueden consultar los trabajos de Bolívar Echeverría y Enrique Dussel.
[3] La noción de figura del mundo puede compararse con la de “paradigma” propuesta por Thomas Kuhn en su libro “La estructura de las revoluciones científicas”. Con el término paradigma, Kuhn se refiere a un conjunto de saberes y prácticas como la definición de problemas y métodos de investigación que generan una tradición científica, es decir, que definen el objeto y el modo en que han de proceder los científicos ya formados como en proceso de formación (Kuhn, Thomas, La estructura de las revoluciones científicas. México: FCE, 2004). Sin embargo, considero que la propuesta de figura del mundo de Luis Villoro es una noción que permite pensar no solo una manera de estudiar un objeto determinado, sino que, como sostiene Villoro, se trata más bien de una “mentalidad”. En ese sentido, la noción de figura del mundo es más amplia pues abarca no solo tradiciones o escuelas científicas sino procesos más amplios. Como ejemplo, se puede decir que dentro del pensamiento científico han existido diversos paradigmas, pensemos, por ejemplo, en la astronomía dentro de la cual Copérnico inaugura un paradigma que después continuaría Kepler, después Galileo Galilei y posteriormente Isaac Newton y que terminaría siendo cuestionado por los trabajos de Albert Einstein, quien iniciaría otro paradigma. Además, el pensamiento científico pertenece todo a una figura del mundo y ésta es la moderna, es decir, todos los paradigmas astronómicos se encuentran dentro de la figura del mundo moderno pues es en esta figura que la razón desplaza al pensamiento mítico.
[4] Luis Villoro, El pensamiento moderno, 2010. (México: FCE, 2010), 11.
[5] Si bien Luis Villoro no habla de “figura del mundo medieval”, es una acotación propia que puede ayudar a comprender estos cambios de época a los que el autor refiere. De manera cronológica podría pensarse que la figura moderna nace de la figura renacentista y ésta a su vez de la figura medieval del mundo.
[6] Luis Villoro, El pensamiento moderno, 2010. (México: FCE, 2010), 21.
[7] Como sostiene Bertrand Russell (Religión y ciencia, México: FCE, 1991), no fue Copérnico ni Galileo, sino el griego Aristarco de Samos quien se atrevió a sugerir que la tierra se movía lo que ya contradecía la teoría geocéntrica en la cual la tierra era conceptualizada como un ente inmóvil y ubicado en el centro del universo alrededor de la cual giran todos los demás entes cósmicos, incluido el sol. De hecho, la historia reconoce a Galileo Galilei como el primer científico en el sentido moderno de la palabra, es decir, recurriendo a la experimentación que demostraría la teoría propuesta de manera deductiva por Nicolás Copérnico.
[8] Luis Villoro, El pensamiento moderno, 2010. (México: FCE, 2010), 22.
[9] Luis Villoro, El pensamiento moderno, 2010. (México: FCE, 2010), 30.
[10] Por ousia debe entenderse “esencia” que determina a priori la vida y el destino de los hombres.
[11] Luis Villoro, El pensamiento moderno, 2010. (México: FCE, 2010), 45.
[12] Luis Villoro, El pensamiento moderno, 2010. (México: FCE, 2010), 48.
[13] Luis Villoro, El pensamiento moderno, 2010. (México: FCE, 2010), 53.
[14] Luis Villoro, El pensamiento moderno, 2010. (México: FCE, 2010), 71.
[15] Luis Villoro, El pensamiento moderno, 2010. (México: FCE, 2010), 76.
[16] Luis Villoro, El pensamiento moderno, 2010. (México: FCE, 2010), 76.
[17] Luis Villoro, El pensamiento moderno, 2010. (México: FCE, 2010), 85.
[18] Luis Villoro, El pensamiento moderno, 2010. (México: FCE, 2010), 103.
[19] Luis Villoro, El pensamiento moderno, 2010. (México: FCE, 2010), 116.
[20] Luis Villoro, El pensamiento moderno, 2010. (México: FCE, 2010), 126.
[21] Ramírez, Mario, Humanismo para una nueva época. Nuevos ensayos sobre el pensamiento de Luis Villoro. (México: FCE, 2011), 16
[22] Luis Villoro, El pensamiento moderno, 2010. (México: FCE, 2010), 115.
[23] Luis Villoro, El pensamiento moderno, 2010. (México: FCE, 2010), 145.
[24] Luis Villoro, El pensamiento moderno, 2010. (México: FCE, 2010), 152.
[25] Por ello, cuando el Ejército Zapatista de Liberación Nacional irrumpió en el escenario político nacional en 1994, Villoro se convirtió en un acompañante activo en las mesas de negociación y durante todo el movimiento hasta su fallecimiento. Sin embargo, la preocupación por las culturas originarias e indígenas en Villoro se remonta hasta la publicación de su primer libro Los grandes momentos del indigenismo en México publicado por primera vez en 1950.